L’HUMANITE del 3 de Enero de 1938
CIPRIANO MERA: general anarquista
Por Simone Tery
Madrid, diciembre.- Le he preguntado a Cipriano Mera, que manda hoy en día un cuerpo de ejército, y que fue uno de los militantes anarquistas más conocidos de España, que me contara su vida de militante.
- Mi vida no tiene ninguna importancia, me dijo amablemente. El pasado no cuenta. Lo único interesante es que a los veintiséis años yo no sabía ni leer ni escribir. Incluso me casé por la iglesia, ¡fíjate si era ignorante! Pero un día fui a ver a uno de mis compañeros que estaba en prisión. Era un anarquista. Saliendo de allí los policías me preguntaron por qué me relacionaba con un anarquista. Les dije que era amigo mío y que nunca me había preocupado por la política, lo que era verdad. Pero no quisieron creerme y me encarcelaron.
Entonces Cipriano Mera cuenta cómo aprendió a leer y escribir en prisión y se hizo anarquista por contacto con otros anarquistas.
- ¿Qué más quieres que te diga? Termina
- ¡Cómo te condenaron a muerte por ejemplo!
- ¡Ya te digo que eso no tiene ninguna importancia! Es completamente normal que un obrero haga todo lo que pueda para que las desigualdades sociales desaparezcan, para que todos los hombres puedan pensar y vivir felices. Cuando me metían en la cárcel también era normal: la burguesía tiene que defenderse de sus enemigos, es algo habitual.
El 18 de julio de 1936, cuando estalló la rebelión, yo estaba en la cárcel por una huelga de la construcción en Madrid. Dos días después nos liberaron y delante de la cárcel había un camión lleno de armas y munición. Así que nos dieron fusiles, a mí y a mis camaradas. Imagínate la alegría con la que yo sujetaba aquel fusil. Pensaba que estaba soñando.
- ¿Y cómo llegaste a mandar un cuerpo de ejército?
- Es una historia divertida. Yo había hecho solamente treinta y seis días de servicio militar con veinte años, saqué un buen número. ¡Pero ya te digo que no sabía nada de lo militar! Enseguida nos enviaron a Carabanchel y luego a Getafe.
- ¿En qué regimiento?
- No tengo ni idea. Sólo sé que había fascistas en frente y que combatíamos, sin jefes. En julio del 36 recuperamos Guadalajara de los fascistas, tras un combate bastante duro. Fue en Buitrago donde los milicianos de la CNT me nombraron delegado de quinientos hombres. Un poco más tarde me eligieron delegado de todos los milicianos anarquistas para la provincia centro.
350 supervivientes de un total de 1000
Pero el enemigo tenía muchas armas y nos obligaron a retroceder hasta Cebreros. Luego nos enviaron a la región de Teruel, donde recuperamos seis o siete pueblos. Entonces ocurrió la marcha sobre Madrid, en noviembre, y nos reclamaron urgentemente mil voluntarios para Madrid.
Salimos de noche en camiones, y a la mañana siguiente contraatacamos en la Casa de Campo y avanzamos hasta el cerro de Garabitas. Yo no había engañado a mis camaradas diciéndoles que se trataba de morir: ¡al cabo de dos días sólo quedaban 350 de los 1000! Después de eso Pozuelo y Aravaca fueron tomados por el enemigo.
Nos hace falta
un ejército disciplinado
Fue en ese momento cuando cambié radicalmente de opinión. Comprendí que el valor de los milicianos no era suficiente para vencer a los fascistas, y que sólo se puede vencer a un ejército disciplinado oponiéndole otro ejército disciplinado. Comprendí que era totalmente necesario terminar con las milicias, y ayudé a crear la 39 brigada del ejército regular. Después el general Miaja me nombró jefe de división. Mira si es curioso: ¡de simple miliciano fui ascendido directamente a jefe de la 14 división! Luego nos enviaron a Brihuega cuando se rompió el frente de Guadalajara, e hicimos retroceder a los italianos hasta Jela.
Después participamos en la ofensiva de Brunete, y me nombraron jefe de cuerpo de ejército. ¡Y aquí estoy!
- Entre todas las sorpresas de esta guerra de España, para mí una de las más inesperadas es ver un anarquista mandar una unidad regular, ¡hablar de disciplina como haría un comunista!
- Hoy en día no se trata de anarquismo ni de comunismo. Entre los soldados no sólo hay anarquistas y comunistas, sino republicanos, socialistas, ¡de todo! Pero yo no lo quiero saber, sólo quiero saber de antifascistas. Y yo también, por el momento, no quiero ser otra cosa que un soldado antifascista.
He entendido lo que es la disciplina
Qué quieres, al principio de la guerra había muchas cosas que yo no entendía todavía. Pero una persona con el tiempo cambia su manera de ver las cosas, la realidad se encarga de darle lecciones. Así yo creía que se podía esperar todo de la bondad de los hombres, de su entusiasmo. Pero he descubierto que la autodisciplina es algo muy relativo porque interviene el instinto de conservación. Un miliciano puede lanzarse al combate con ardor, pero las razones del cañón y los morteros son más fuertes que su voluntad de vencer y le incitan a salvar su vida. Por eso hace falta que una voluntad externa tome el lugar de la suya propia, que se está tambaleando. Si al hombre no se le impone una disciplina desde fuera, toda su dedicación, todos sus esfuerzos se pierden.
La libertad individual está muy bien, pero siempre que no perjudique el interés de la colectividad. Yo he visto buenos camaradas que nos han hecho daño y que se han echado a perder abusando de su libertad.
¡Ganar la guerra!
Mera se quedó en silencio un instante. Su rostro conmovedor se endureció.
- Para mí, prosiguió con una voz ardiente, sólo cuenta una cosa: GANAR LA GUERRA. Sólo hay un problema a resolver: GANAR LA GUERRA. Todo el resto depende de eso: GANAR LA GUERRA.
Ganar la guerra, repitió, y no solamente por España. La misión de nosotros los españoles es parar el fascismo, porque si triunfara en España se implantaría luego en Francia y a continuación en el mundo entero, y eso sería el fin del proletariado.
Es por eso por lo que debemos olvidar por el momento nuestras ideologías particulares. En los días de la milicia, mientras que nos dedicábamos a discutir, discutir, discutir, el enemigo continuaba avanzando, avanzando, avanzando. No hay que discutir, hay que vencer. Y para vencer, hace falta primero y ante todo disciplina.
Por eso como militar acepto resueltamente el mando único. Está claro que no hay dos maneras de mandar un ejército, sino una sola.
Y para eso hace falta una voluntad única, un solo hombre. Hace falta que todos los jefes obedezcan a ese hombre, la primera virtud de un jefe militar es la obediencia. Si no sabes obedecer no sabes mandar.
Traducido por el Coronel Carlos Ovejas del Instituto de Historia y Cultura Militar
Muy buen artículo. Mera en estado puro
ResponderEliminarBuen trabajo Ismael
ResponderEliminarI recuerda que solo hay un problema que resolver..... Ganar la guerra!
Dice Cipriano que: "era tan ignorante que hasta me casé por la iglesia". Buenísimo...
EliminarBuen trabajo Ismael!
ResponderEliminarI recuerda que solo hay un problema que resolver... GANAR LA GUERRA
Buenísimo artículo. Gran trabajo Ismael. Enhorabuena.
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